La mayor o menor presencia de herramientas tecnológicas en el aula no es lo que define a los proyectos educativos innovadores, sino que la verdadera revolución pedagógica es la que proviene del cambio en los modelos didácticos. Las TIC son un importante instrumento, pero no constituyen la innovación en sí mismas.
Una escuela, por ejemplo, pueden contar con una tablet por alumno, pizarras digitales en todas las clases y conexión a internet sin que todo este despliegue de medios influya en la mejora del aprendizaje de los estudiantes.
Por tanto, la adaptación pedagógica al siglo XXI requiere de un giro conceptual en los métodos de enseñanza, que se adapten a las nuevas formas de aprender del alumnado e incorporen la aplicación de la tecnología con un propósito educativo fundamentado.
Conscientes de esta premisa, ¿cómo puede el centro educativo llevar a cabo esta transformación? Las últimas tendencias en formación apuntan a sistemas de enseñanza colaborativos, a una mayor relevancia de la inteligencia emocional o a la personalización del aprendizaje, todo con las nuevas tecnologías como recurso facilitador del cambio.
Aprendizaje colaborativo
Si algo ha supuesto la aparición de internet es el fácil acceso a cantidades ingentes de información. Por este motivo, los equipos directivos de los centros educativos deben replantearse la forma de transferir el conocimiento al alumnado.
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¿Cómo va a captar el interés de los estudiantes un docente que se limita a dar unos datos que cualquier alumno puede conseguir con un un par de clics en su ordenador? Para volver a ilusionar y motivar a los pupilos, el profesorado debe integrar al alumnado en el proceso de aprendizaje. Como dijo William Butler Years, “la educación no es como llenar un cubo, sino como encender un fuego”.
En el aprendizaje colaborativo son los propios alumnos, distribuidos en pequeños grupos, los que profundizan en las materias de estudio mediante el desarrollo de ejercicios que son compartidos posteriormente entre los diferentes equipos. Gracias a esta técnica didáctica, el centro educativo potencia la implicación de los estudiantes en el proceso, fomenta el sentido de pertenencia de los individuos y propicia una retroalimentación personalizada.
Pero este modelo didáctico no se restringe al aula, pues entran en juego las nuevas tecnologías, que posibilitan que la red de colaboradores se extienda por todo el mundo, surgiendo proyectos educativos innovadores globales que despiertan el interés de profesores y alumnos.
Por ejemplo, el centro puede poner en marcha un proyecto para elaborar un inventario de escritores y obras de la generación del 27. Cada grupo se encargará de investigar y elaborar vídeos con el resumen la biografía y sinopsis de los libros asignados, que serán subidos a un blog para que el resto de compañeros puedan verlos. Pero, ¿por qué no invitar a otros centros extranjeros a que hagan lo mismo? Así, además de aumentar los recursos sobre literatura, el alumnado trabajará los idiomas, mejorando la educación bilingüe.
El aula invertida
La flipped classroom es una metodología pedagógica que rompe con el esquema tradicional de la enseñanza. Mientras que en el modelo convencional, la labor docente en el aula se centra en la explicación de la materia y su asimilación es reforzada después con deberes y tareas fuera del horario escolar, el aula invertida da la vuelta al proceso.
En la flipped classroom, los estudiantes reciben las instrucciones sobre el tema en cuestión antes de la clase, a través de las nuevas tecnologías (vídeos, presentaciones, postcats…), materias que son trabajadas por el alumnado en casa para, una vez en el aula, poder consolidar su aprendizaje mediante ejercicios, intercambiar ideas con los compañeros y profundizar en el conocimiento con el apoyo del docente.
Si el temario se centra en los insectos, el profesor puede diseñar una presentación de los diferentes tipos de estos animales y pedir a los estudiantes que fotografíen ejemplares por su barrio y elaboren fichas con cada uno de ellos para exponerlas después en clase.
La potenciación de las inteligencias múltiples
La supremacía del cociente intelectual como medida de la inteligencia y el potencial de los alumnos ha llegado a su fin. Gracias a las investigaciones científicas, con Howard Gardner a la cabeza, sabemos que no existe una única inteligencia, sino múltiples, desde la lingüística o lógico-matemática, hasta la espacial, emocional o corporal, entre otras.
De ahí que los centros educativos deban revisar su modelo para implantar una metodología pedagógica que se base en la potenciación del talento y habilidades de cada uno de los alumnos y en la que el docente actúe como guía para el desarrollo de esas fortalezas.
Como explica Richard Gerver en su obra Crear hoy la escuela del mañana, “la educación formal, clásica, basada en superar exámenes, no crea personas creativas e innovadoras preparadas para el futuro que les tocará vivir en el siglo XXI, sino personas que se acostumbran a ser gestionadas (a que les digan qué tienen que aprender y cómo lo tienen que aprender). La educación clásica provoca que muchas personas sean fracasadas porque esperan ser gestionadas”.
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Buenas noches, efectivamente, la calidad de la educación se logra a través de las oportunidades y espacios que genera el maestro para que el estudiante despliegue sus potencialidades en la construcción de sus saberes, de tal manera, que resuelva problemas y genere productos a través de un trabajo individual o colaborativo.
Gracias por toda la información que nos ofrecen, será de mucho apoyo a nuestra labor.