Dijo el teórico y escritor Alvin Toffler que “el analfabeto del futuro no será la persona que no pueda leer, sino la persona que no sepa cómo aprender” y, en este contexto, los docentes se convierten en una figura clave para formar estudiantes con un futuro prometedor.
En la Era de la Información, internet facilita el acceso a gran cantidad de datos, hasta el punto que el conocimiento digital va más allá del que el profesorado puede aportar en el aula. Fechas, cifras, datos, acontecimientos, conceptos, explicaciones… están ahí, a golpe de clic.
Como consecuencia, el papel del docente debe superar su función como transmisor de información para convertirse en la persona que facilite a los alumnos las herramientas y habilidades para aprender. Es aquí donde entra en juego el coaching educativo como pieza importante del desarrollo de los profesionales de la educación.
Concepto del coaching educativo
Aunque el término de coaching educativo es relativamente recientemente, sus objetivos y metodología han estado siempre presentes en aquellos docentes que han dejado huella en sus alumnos por sus habilidades para implicar a la clase y mostrarles la mejor hoja de ruta.
¿Quién no recuerda a la profesora LouAnne, encarnada por Michelle Pfeiffer, de Mentes peligrosas o al profesor Sean Maguire (Robin Williams) de El indomable Will Hunting? Además de grandes docentes, estos dos personajes eran coaches extraordinarios, pues eran capaces de inspirar a sus alumnos y sacar lo mejor de cada uno de ellos.
Como explica Pilar Martín, profesora del Máster de Profesor de la ESO, Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas en la Universidad de Valladolid, el coaching educativo es una disciplina que permite un aprendizaje donde “los alumnos son los verdaderos protagonistas, la metodología de las clases es participativa, ellos eligen qué y cómo quieren aprender”.
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En Coaching educativo: Las emociones al servicio del aprendizaje, Coral López y Carmen Vals definen el coaching educativo como una forma de enseñanza tendente al “desarrollo del autoconocimiento y del conocimiento de los demás para mejorar el desempeño de los equipos y transformar el aula en un lugar que sepa poner las emociones a trabajar para potenciar el aprendizaje, recuperando la ilusión y la alegría de aprender”.
Así, el profesor coach se convierte en catalizador del crecimiento y el desarrollo de los estudiantes, en el encargado de incentivar la curiosidad del aula y de despertar la motivación intrínseca de cada alumno para que él mismo, acompañado por el docente, descubra qué quiere y cómo puede lograrlo. En definitiva, que aprendan a aprender.
Beneficios de su implantación
El profesor Pedro García Salazar, en su artículo Fundamentos del coaching educativo sostiene que esta metodología “ayuda a los alumnos a superar las dificultades escolares que surgen principalmente de una falta de motivación y, a veces, de trastornos del aprendizaje, y proporciona un apoyo para definir objetivos concretos, superar la ansiedad, reforzar la autoestima, aceptar la frustración, controlar las emociones, gestionar el tiempo, mejorar la organización y planificación, así como aprender métodos de trabajo”.
Por tanto, el coaching educativo genera las siguientes ventajas en un entorno de aprendizaje:
- Potencia la autoconciencia y responsabilidad de los alumnos.
- Mejora la implicación y participación en clase.
- Reduce el absentismo y fracaso escolar.
- Promueve el liderazgo individual.
- Fomenta el trabajo en equipo y la diversidad.
- Incrementa la capacidad de superación y el logro de objetivos.
- Mejora los resultados académicos.
Principios del trabajo del coach
¿Cómo puede convertirse el docente en el guía hacia la autorrealización de los estudiantes? El coaching educativo se basa en los siguientes principios o pilares:
- Atención individualizada. La clave de esta técnica radica en la personalización de la misma. Por ejemplo, la motivación de un alumno que presente altas capacidades creativas no será la misma que otro al que le apasionen las matemáticas o un tercero altamente implicado con el medio ambiente. El profesor coach debe ser capaz de satisfacer las necesidades de cada pupilo y aportar a los estudiantes las herramientas que les permitan exprimir, al máximo, su potencial.
- Sin prejuicios. A la hora de desarrollar el coaching educativo, la mente del docente debe ser como un folio en blanco, sin establecer juicios de valor sobre los alumnos. ¿Hacia dónde va a guiar un maestro a un alumno si no confía en sus capacidades? No hay que olvidar la influencia del efecto pigmalión, una teoría desarrollada por Rosenthal y Jacobson en el ámbito educacional que establece que las expectativas del profesor respecto a un alumno son determinantes en el comportamiento de dicho menor.
- Autoconciencia del alumnado. Se trata de un proceso reflexivo, donde los alumnos analicen sus fortalezas y debilidades, sus intereses, sus limitaciones, sus dificultades, sus deseos y sus expectativas para que comprendan dónde se encuentran y hacia dónde quieren llegar. De hecho, muchos estudiantes fracasan, no por falta de capacidad para el estudio, sino porque no han descubierto el para qué del aprendizaje.
- Responsabilidad del coachee. Una vez que los estudiantes tienen una visión clara sobre sí mismos, se genera un sentido de la responsabilidad, donde las órdenes o directrices del docente se convierten en implicación personal del alumno. Ya no aprenderán porque tienen, sino porque quieren hacerlo y los logros incrementarán su autoestima, llevándolos hacia una espiral positiva de superación.
- Retroalimentación constante. Es uno de los aspectos indispensables para que el coaching educativo funcione. Esto supone, por un lado, que el docente debe prestar gran atención a la evolución de cada alumno, de modo que pueda detectar los avances o frustraciones de los participantes, y por otro, que debe generar un clima participativo en el que los estudiantes puedan expresar sus sentimientos libremente como paso esencial para tomar conciencia de la situación actual.
Como recoge John Whitmore en Coaching: El método para mejorar el rendimiento de las personas, el coaching es “una manera distinta de ver a las personas, mucho más optimista de lo que estamos acostumbrados y que da lugar a una manera distinta de relacionarse”, por lo que un buen coach necesita las siguientes habilidades:
- Ser empático: lo que supone saber escuchar lo que tienen que decir los alumnos para facilitar la mejor orientación posible.
- Facilitar ayuda: debe ponerse a disposición de los coachees para que estos puedan contar con su apoyo en la superación de desafíos con sus propios recursos.
- Motivar a los estudiantes: cuenta con la capacidad de inspirar a los demás a que persigan sus metas.
- Ser positivo: requiere de una actitud proactiva y asertiva para mantener una actitud correcta que sirva de ejemplo a los alumnos.
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MUY BUEN ARTICULO.BIEN DETALLADO Y MUY EXPLICITO. ME ENCANTO