Con el curso 2016/2017 en marcha, los equipos directivos encienden la maquinaria de los centros para que durante el próximo año escolar la educación y gestión ofrecida a su alumnado sea mejor que el anterior.
Particularidades aparte de cada caso concreto, ¿cuáles son los desafíos en la educación y gestión más acuciantes para los responsables de las instituciones formativas?
Liderazgo y trabajo en equipo
Según el informe TALIS de la OCDE, tres de cada cuatro profesores de los países participantes en la encuesta sostienen que “el aumento de la calidad de su trabajo no recibe ningún reconocimiento” y solo la mitad de los profesionales asegura que el director del centro emplea métodos eficaces para determinar el rendimiento de los docentes.
Ante estos resultados, parece evidente que el sector educativo necesita centrar parte de sus esfuerzos en desarrollar su propio capital humano para construir equipos cohesionados, satisfechos, motivados y líderes inspiradores que impulsen la mejora continua de los profesionales.
Los equipos directivos de los centros educativos deben asumir su papel como promotores de la innovación y la excelencia en la educación y gestión.
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Como señala Federico Malpica, del Instituto Escalae, “el reto pasa por crear la autoridad necesaria en el liderazgo pedagógico y que dicha autoridad no sea solo de una persona, sino de todo el equipo directivo y del cuerpo docente”.
En este sentido, se hace necesaria la potenciación del trabajo conjunto en los centros educativos, pues igual que se exige al alumnado una visión en conjunto de los conocimientos que le permita conectar ideas y mejorar su capacidad analítica, el equipo directivo debe plasmar metas desde una perspectiva holística en la que -como formuló Aristóteles– el resultado sea superior a la suma de las partes. “La colaboración de todo el equipo docente es mucho más efectiva porque se realiza una educación más completa para los alumnos”, expresa Rubén Rosell.
Inclusión de las familias
Otro elemento requerido para la innovación del sector formativo es la participación de la comunidad educativa, ya que esta mayor inclusión promueve la creación de espacios de reflexión abiertos y globales que producen soluciones más completas y consensuadas.
Como señalan Mel Ainscow, David Hopkins, Geoff Southworth, Mel West en Hacia escuelas eficaces para todos. Manual para la formación de equipos docentes, “las escuelas eficaces suelen tener métodos de trabajo que intensifican la participación, cosa que juega a favor de los esfuerzos realizados por el centro además de proporcionar recursos adicionales que pueden ser muy útiles para mejorar las oportunidades de aprendizaje. Crean también un fuerte sentido de comunidad que fomenta el compromiso de conseguir niveles altos de calidad”.
Aunque la mayoría de los equipos directivos comprende la importancia de implicar a todo el entorno en la enseñanza y muchos ya aplican medidas para lograr esta integración, aún queda camino por recorrer, convirtiéndose en un reto con efectos positivos para la educación y gestión de las instituciones formativas.
Diversidad cultural
Los centros educativos españoles han pasado de incorporar a 460.518 alumnos extranjeros en el curso 2014/2005 a contar con 712.098 estudiantes de otros países en el año escolar 2014/2015, según los datos del Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte.
De ahí que otro de los restos a nivel educativo de los equipos directivos y docentes sea la necesidad de adaptación a la diversidad cultural del alumnado.
No obstante, como matiza la profesora Esmeralda Llorca, esta diversidad cultural debe ser entendida como “la presencia en las aulas de alumnos con intereses, motivaciones y capacidades muy diferentes, entre los que se hallan tanto aquellos procedentes de otras culturas, como los que presentan problemas emocionales o de aprendizaje o cierto retraso como consecuencia de una discapacidad psíquica, física y/o sensorial”.
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