¿Cómo se puede medir la calidad educativa del centro? ¿Debe centrarse en la consecución de los objetivos propuestos? ¿Hay que focalizar su valoración en la relevancia de los proyectos formativos? ¿Es mejor tener en cuenta los recursos humanos y materiales de la institución? ¿Lo único que importa es la satisfacción de la comunidad educativa?

La calidad educativa del centro es el resultado de un servicio a la sociedad y de ahí la dificultad para conceptualizarla.

Los 11 aspectos que definen la calidad educativa del centro

¿Qué se entiende por calidad educativa?

Según explica Ramón Pérez Juste en Hacia una educación de calidad: Gestión, instrumentos y evaluación,  la calidad educativa se puede definir como “la armonización integradora de los diferentes elementos que la componen: eficacia en el logro de un servicio, bien u objeto excelente, mediante procesos eficientes, satisfactorios tanto para los destinatarios, directos e indirectos, como para el personal de la organización encargada de lograrlo”.

Por su parte, Peter Mortimore recoge en The Use of Performance Indicators, que “la escuela de calidad es aquella que promueve el progreso de los estudiantes en una amplia gama de logros intelectuales, sociales, morales y emocionales, teniendo en cuenta su nivel socioeconómico, su medio familiar y su aprendizaje previo. Un sistema escolar eficaz maximiza las capacidades de las escuelas para alcanzar estos resultados. Lo que supone adoptar la noción de valor añadido en la eficacia escolar”.

Por tanto, para valorar la calidad educativa, el centro no puede limitarse a evaluar los aspectos que ofrece, sino que cobra especial significado la percepción que del servicio tengan los usuarios. Será, en gran medida, la satisfacción de los alumnos y familias lo que determine la excelencia de la institución.

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Indicadores de calidad educativa

Por tanto, a la hora de medir la calidad educativa del centro, el equipo directivo debe tener en cuenta diversos indicadores, pues todos suman en la valoración que realizan los progenitores y estudiantes sobre la institución.

En este sentido, Pamela Sammons, Josh Hilman y Peter Mortimore, tras realizar varios estudios en Reino Unido y Norteamérica, concluyeron en Key characteristics of effective schools: a review of school effectiveness research que la evaluación de la calidad educativa se basa en la confluencia de 11 factores:

  1. Liderazgo profesional. La gestión de los equipos directivos es clave a la hora de conseguir una alta calidad educativa debido a que estos profesionales son los responsables de trazar la metas a seguir y adoptar medidas para que se lleven a cabo, inspirar y motivar a los docentes, promover los valores del centro y habilitar canales de comunicación con las familias.
  2. Valores y objetivos. Cuando las personas vinculadas al centro (profesores, alumnos, familias…) comparten los principios sobre los que se asienta la institución y creen en los objetivos que persiguen, su satisfacción será mucho más alta, elevándose así mismo, la calidad educativa.
  3. Ambiente de aprendizaje. Que los estudiantes y docentes dispongan de un ambiente educativo -tanto a nivel físico como psicológico- positivo, tranquilo y agradable es síntoma de que el centro está haciendo las cosas bien.
  4. Oferta formativa. Como es lógico, en la evaluación de la calidad educativa tiene mucho que decir la metodología y los contenidos impartidos, así como los resultados logrados. Al fin y al cabo, el aprendizaje de sus hijos es el objetivo final que persiguen los progenitores a la hora de elegir un centro educativo.
  5. Niveles de exigencia. Relacionado con el punto anterior, otro de los factores que influyen en la calidad educativa de un centro es la existencia  de un nivel de expectativas adecuado, ya que esto promueve el rendimiento de los estudiantes y mejora su autoestima.
  6. Reconocimientos. Los premios e incentivos a aquellos miembros de la comunidad educativa que han destacado supone un refuerzo del compromiso de estas personas, que seguirán trabajando para superar nuevos desafíos, contagiando su espíritu al resto.
  7. Seguimiento individualizado. Contar con programas de supervisión de la evolución individual de los estudiantes es también un elemento muy valorado por el entorno educativo, pues se entiende como una muestra de la preocupación de la institución por el éxito de sus alumnos.
  8. Autonomía del alumnado. Algunos centros pecan de un exceso de supervisión, impidiendo que los niños y jóvenes desarrollen el sentido de la responsabilidad. Por ello, los equipos directivos deben buscar el punto de equilibrio que fomente el desarrollo personal de los estudiantes.
  9. Utilidad de la enseñanza. La calidad educativa también va a depender de planificación de los contenidos con un objetivo definido y práctico, de modo que los alumnos comprendan el sentido de lo aprendido. Más allá de las exigencias curriculares que la legislación vigente establece.
  10. Evolución continua. Docentes que se mantengan en constante formación, un centro al que no le importe reorganizar su estructura para adaptarse mejor a las necesidades de la comunidad educativa o una dirección dispuesta a incorporar proyectos innovadores elevarán la calificación de la institución.
  11. Participación de las familias. Para conseguir una óptima calidad educativa es imprescindible facilitar la colaboración de los padres y madres en torno al aprendizaje de sus hijos.

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